miércoles, 23 de marzo de 2016

Nunca conocí a tu madre. Tampoco a tu perra. No fuimos a comer con tus hermanos. No iremos al sur, no iremos a Copacabana al año nuevo, nunca fueron las maratones de películas, cocinar cosas ricas y comer, nunca sucedió el picnic en el parque. Nunca salimos a trotar. Ni siquiera alcancé a usar esas entradas que compré y que no supimos usar, te acuerdas?

Nunca pasamos la noche juntos.

Nunca te pude despertar con un beso de buenos días.

Estuvimos meses esperando el invierno y ya no podremos aprovecharlo para regalonear, para flojear juntos en la cama, para dormir hasta tarde y contar miles de veces "5 minutos más" hasta salir al mundo exterior.

Nunca bailamos en el Just Dance. No volveremos a conocer parques. Hay tantas exposiciones que no alcanzamos a ver. Nunca fuimos a la quebrada. Nunca subimos el San Cristobal.

Nada de eso va a pasar, lo único que me queda de esto son un monton de preguntas inconclusas, ganas sin propósito, una mente nublada, falta de apetito. Por lo menos estoy ahorrando plata.

Y aunque me duele, creo que se me va a pasar. Podré pasar por Manuel Montt sin que se me apriete el pecho, podré caminar por Salvador y el Forestal tranquilo, vere perros callejeros sin melancolía, podré pasar al lado de parejas felices sin acordarme de lo que tonteabas con eso, de como por un momento pensé que eramos parecidos a eso y ni te dabas cuenta.

Creo que hasta podría dejar de extrañarte.

Pero no creo que me pueda sacar algo de encima. No creo que deje de preguntarme hasta donde hubieramos llegado de seguir como estábamos. Eso es lo que más me duele.

Se supone que eras mi compañera. Y ese día cuando me abrazaste, te sentí tán lejana y no supe que hacer. Yo no quería abrazarte. Sabía que no iba a poder dejarte ir.